martes, 24 de abril de 2012

Envolver a tu bebe


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La práctica de envolver al bebé es una tradición ancestral, muy poco conocida en las sociedades occidentales, pero que últimamente se está volviendo a utilizar. ¿Cuándo, cómo y por qué se hace? ¿Tiene alguna contraindicación? Y, sobre todo, ¿por qué parece que le gusta tanto al bebé? En este artículo, te lo explicamos todo.



Al nacer, el bebé no tiene todavía sus capacidades cerebrales desarrolladas por completo. Según los antropólogos, debido a la limitación de espacio del canal pélvico que nos otorga la evolución, el desarrollo de un recién nacido debe proseguir en el exterior. Así, los canguros, que nacen muy diminutos, continúan su crecimiento fuera de su madre en la bolsa marsupial. Muchos científicos consideran que los humanos tenemos un comportamiento similar y, por este motivo, como dice el famoso obstreta Michel Odent, el embarazo dura en realidad 18 meses: 9 meses dentro y 9 meses fuera. De ahí que lo más natural sea que la madre continúe llevando a su bebé lo más cerca del corazón siempre que pueda, o que lo envuelva a ratos en una manta, como se viene haciendo desde tiempos inmemoriales en muchas culturas, desde el rebozo en México, hasta el amauti utilizado por la tribu Inuit en Alaska, pasando por el papoose de los indios americanos y los armenios. Y, ¿a quién no le viene a la mente la imagen de Moisés en su diminuto capazo?
Durante el primer trimestre después del nacimiento, los bebés añoran las sensaciones de las que disfrutaban en el seno materno. La gran cantidad de estímulos externos que reciben en su nuevo entorno sobrecargan su delicado sistema nervioso y hace que respondan de la única manera que saben: con un llanto desconsolado. Sin embargo, en el mundo industrializado se suele decir que, por lo general, esto es solo un cólico y que se debe aguantar el incesante llanto del bebé hasta que se le pase, durante unas semanas ¡o incluso meses!
El Dr. Harvey Karp, pediatra especialista en desarrollo infantil con más de 25 años de experiencia y autor del libro “The Happiest Baby on the Block” (El niño más feliz del barrio, RBA Integral), advirtió este fenómeno y se propuso entender por qué en algunas otras culturas el llanto del bebé recién nacido es algo prácticamente desconocido. Comprobó que en todo el mundo la mayoría de los padres, por intuición, tratan de imitar el vaivén, los arrullos y los ruidos del útero materno; sin embargo, en nuestra cultura se nos enseña equivocadamente a susurrar y a caminar de puntillas en presencia de los bebés porque creemos que necesitan un entorno silencioso… y ¡eso está muy lejos de ser cierto! Si durante nueve largos meses el bebé ha sido balanceado dentro de su mamá, ¿por qué pensamos que es mejor para él la soledad y quietud de una habitación silenciosa y oscura? Además, los bebés adoran ser movidos y mecidos. De hecho, muchos no se duermen si no es entre la calidez y el movimiento rítmico de unos brazos de papá o mamá paseándose pasillo arriba y abajo.
¿Por qué los bebés adoran el movimiento?
El sistema vestibular, el que nos permite mantener el equilibrio y no marearnos cuando corremos, es uno de los órganos que primero se desarrolla en un bebé intrauterino. Además, según la neuróloga Dra. Lise Eliot, continuará perfeccionándose hasta la pubertad. Es el órgano que el bebé utiliza para saber dónde está el arriba o abajo dentro de la barriga de su mamá, y le indica donde está la salida.
Por tanto, envolver al bebé, llevarlo en brazos, arrullarlo, acunarlo o amamantarlo son métodos antiguos que, seguidos siempre de acuerdo con las demandas del bebé, ayudan a que este se tranquilice, se sienta más seguro, cese el llanto (e incluso los cólicos) y a dormirse. Y esto es así porque se trata de experiencias similares a las que vivió en el vientre materno.
Las ventajas de envolver al bebé
Al nacer, los bebés se sienten desorientados porque tras pasar nueve meses en el útero todo cambia para ellos. De sentirse seguros y abrigados, pasan a un medio totalmente nuevo y abierto. De ahí que envolver al bebé recién nacido apretada pero delicadamente con una manta suave hace que este se sienta caliente y seguro, al recordarle la agradable sensación que tenía dentro del viente materno. Así, envolver al bebé tiene como objetivo:
  • Facilitar la transición del útero al exterior, al brindarle una presión y abrigo que se asemejan al vientre materno.
  • Evitar que los reflejos del bebé perturben su sueño.
  • Durante los primeros días, el bebé aún no puede regular bien su temperatura corporal; la manta cálida y suave le garantiza mantener una temperatura adecuada.
  • El estar calentitos y apretaditos les aliviará los cólicos.
El método de envolver al bebé sirve de protección al recién nacido, lo calma cuando está demasiado excitado, previene que se asuste con sus propios movimientos reflejos (evita los bruscos aspavientos de brazos y piernas que, involuntariamente, realizan los bebés al poco de nacer debidos al reflejo de Moro), y lo mantiene calentito hasta que su termostato interno se regula.
Algunos hospitales y clínicas ya utilizan el sistema de envolver a los recién nacidos. Durante los 3 a 5 días que generalmente pasa el bebé ingresado, se le mantiene envuelto, bien tranquilito y a gusto. Por eso, si una vez en casa el bebé se muestra inquieto y agita brazos y piernas, ¿por qué no intentarlo? ¡Hay bebés que solo se duermen mediante esta técnica!
Síndrome de la muerte súbita del lactante
Sin embargo, un nuevo estudio a pequeña escala ha descubierto que envolver a los bebés para dormir puede favorecer el Síndrome de la Muerte Súbita del Lactante (SMSL). Esto ocurriría principalmente en aquellos bebés que no estaban acostumbrados a esta técnica y con los que se inició la práctica sobre los tres meses.
El bebé enrolladito tendría un sueño más profundo al sentirse más calmado, y es precisamente esa profundidad la que le impediría despertar en una situación de riesgo. Un equipo australiano estudió mediante polisomnografía a 27 bebés envueltos mientras dormían. Esta técnica analiza la frecuencia cardíaca, la actividad eléctrica cerebral y otras funciones durante el sueño. El estudio se realizó en dos momentos: primero cuando los bebés tenían entre tres y cuatro semanas y, más tarde, cuando cumplieron tres meses. De los 27, quince dormían desde el nacimiento envueltos y doce no. Los pequeños a los que normalmente no se les envolvía, tuvieron un sueño más profundo a los tres meses y menor estabilidad cardíaca. Esto hace sospechar que la dificultad para despertar depende de la costumbre. Los tres meses es el momento de mayor incidencia del SMSL. El riesgo es alto cuando el niño pasa a ser atendido en una guardería o por alguien distinto a sus padres que no conoce los hábitos de sueño del pequeño. Por tanto, consideran que lo más importante es no envolver a los bebés que no han dormido envueltos desde el nacimiento.
Envolver al bebé y libertad de movimientos
No existe una norma fija que determine cuándo usar (y dejar de usar) esta técnica, pero no resulta aconsejable envolver al bebé durante demasiado rato, ni cuando esté despierto, porque podría interferir en su movilidad y desarrollo. Todo bebé necesita oportunidades para explorar el medio y mover su cuerpo. Ocurre lo mismo con el porteo, aunque evidentemente no es lo mismo llevar al niño en brazos o fular en posición de ranita o canguro que dejarlo envuelto como un “paquetito” en una cuna. No obstante, a efectos de presión sobre la musculatura y los huesos la práctica de envolver y el porteo son similares; en ambos casos los músculos pueden quedar tensos o en malas posiciones y estamos “obligando” al niño a estar inmóvil.
De hecho, un estudio reciente en Bolivia, donde es tradición envolver y llevar a los bebés a la espalda, refleja que nueve de cada mil recién nacidos sufren displasia de cadera. Y uno de los factores desencadenantes podría ser la costumbre de envolver a los bebés recién nacidos con mantas y una faja o chumpi apretando sus piernas hasta inmovilizarlos para después cargarlos a la espalda con un aguayo. Al ser envueltos de esta forma, las caderas de los bebés que estaban en posición de flexión en el útero materno terminan en una posición de extensión. En cualquier caso, si bien es cierto que los bebés de las áreas más rurales tienen tendencia a sufrirla, muchos expertos coinciden en que la causa de la displasia es desconocida, pues hay muchos más niños que son envueltos y cargados a la espalda pero que no necesariamente tienen displasia. Aún son necesarias más investigaciones al respecto antes de hacer recomendaciones, pero en lo que todos estamos de acuerdo es en que es muy importante respetar el desarrollo motor de los bebés desde que nacen. Según Emmi Pickler (1902-1984), una importante pediatra húngara que dirigió el Instituto Lóczy, hoy llamado Instituto Pikler, no se debe impedir al niño la realización de ningún movimiento, sino ofrecerle total libertad. Los niños se mueven y se desarrollan regidos por su propia iniciativa. Por ello, hay que utlizar la técnica correctamente y nunca demasiado rato.
Conforme vayan pasando los días, se le puede envolver solo por las noches para dormir (ya hemos comentado que para algunos bebés ésta es la única manera). En este caso, durante el primer mes hay que procurar apretarlo bien, para que no se despierte en mitad de la noche con sus propios movimientos. Más adelante se le deja más suelto para que tenga mayor libertad de movimientos.
El bebé puede sentirse a gusto envuelto en la manta durante semanas, incluso meses. Pero llegará un momento en el que el bebé se volverá más activo y la envoltura de la manta le incomodará y querrá dejarla. Es lo natural.
Sin embargo, hay bebés que desde que nacen detestan estar “aprisonados”, y ni tan siquiera soportan estar tapados con una mantita; patalean y se destapan una y otra vez. Son niños inquietos que por su propia naturaleza necesitan libertad de movimientos (también los hay que no pueden ser porteados por las mismas razones). Así pues, como siempre, lo mejor es que sea él quien decida.
Cómo envolver a tu bebé
Debes envolver a tu hijo con cuidado y siguiendo unos sencillos pasos para que así se mantenga relajado durante todo el proceso.
  1. Necesitas una manta de unos 85 x 85 cm. Debe ser suave, blanda, transpirable y preferentemente elaborada con materiales naturales. Si es verano, puedes utilizar una sábana de algodón, una mantita de verano de hilo o una mantita diseñada a tal efecto.
  2. Dobla la esquina superior de la tela hacia dentro. Coloca al bebé encima de la manta con la cabeza sobre la esquina doblada. También puedes colocar en la cabecita del bebé un cojín fino.
  3. Toma la esquina izquierda y pásala sobre su cuerpo, metiendo el extremo que sobresale por debajo de su brazo izquierdo, por detrás del hombro y bajo la espalda.
  4. Coge el extremo inferior de la manta y súbela hasta que quede debajo de la barbilla del bebé.
  5. Toma la esquina de la derecha y envuelve el cuerpo con esa parte, metiendo el borde por debajo de su brazo derecho y bajo la espalda.
  6. Y, sobre todo, asegúrate de que jamás la manta cubra su cara.
Fuente : http://www.crianzanatural.com/art/art170.html

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